CARTA A UNA AMIGA

Hola amada amiga! Recuerdo como si fuera ayer, aquella fecha cuando te sugerí, incluso traté de convencerte,  de que negociaras con Papá Dios para que siguieras viviendo. Te pedí con insistencia, doblegar tu ira, tu frustración, a cambio de perpetuar tus días. Pero, no quisiste y elegiste   seguir llena del coctel de amargura, de tristeza y de rabia, que ahogaba todo tu ser. Aun cuando no he pasado por ese tipo de trago amargo, comprendo lo difícil que podía ser abandonar todos los sentimientos y emociones que se habían apoderado de ti, cuando descubriste la traición. No luchaste contra eso y es precisamente lo que me duele.

Quisiera haberte podido convencer, de que perdonar es un proceso  hermoso que nos vincula más a nuestro creador, así como también, esa medicina que calma los dolores que se producen en el alma. Todos sin excepción pasamos por tribulaciones, ricos y pobres, hombres y mujeres, exitosos y fracasados. Nadie se escapa a la decepción de descubrir, que a veces no somos amados como quisiéramos, o que no somos imprescindibles ni siquiera para nuestros propios hijos o peor aún, al vacío que queda cuando perdemos a un ser amado. Sin embargo, el Padre Celestial, nos infundió su esencia, que es amor puro y que es lo único que nos permite vivir en paz y gozo.

Sé que es muy difícil amar a quién te hace daño, pero más espinoso es sufrir una enfermedad que te va silenciando con fuertes dolores.  Dolores que fueron apagando lentamente y con sufrimiento, tu cuerpo. Como excelente doctora, empleaste todos los medios para sanar tu cuerpo,  pero obviaste sanar primeramente tu alma. Hoy te lo repito, sino sanas el alma, imposible sanar el cuerpo.

Siempre me decías, que yo era muy diferente a ti, porque me refugiaba  en Dios y todo se lo dejaba a ÉL. Hoy te digo, que lo sigo haciendo en medio de caminos tortuosos, porque a medida que se abandona la juventud, las dificultades crecen y las penas parecieran ahogarnos más en mares confusos de sentimientos y emociones. Hay días en que la tristeza, invade nuestro ser, pero allí está Dios dentro de nosotros para invadirnos de paz.

Deseo con todo mi ser que en donde estés, hallas encontrado la paz y la felicidad, que tanto ansiabas.

Dios te bendiga….Sé que estás junto a mí!


Zarina Lucena

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